El propósito (III): la pasión

n8_La pasión

El nuevo ciudadano, aquí bautizado con el nombre de “ciudadano moral”, tiene un propósito que le guía. Conviene volver a recordar los elementos que componen el propósito: la misión, la pasión, la vocación, la profesión y el reconocimiento.

En el artículo anterior, se explicó la misión, el primer elemento del propósito del ciudadano emergente en la nueva era, la era de la sostenibilidad. En el presente artículo se desarrolla el segundo elemento: la pasión.

De entre las acepciones que encontramos en el diccionario sobre el término, la que hace referencia al elemento del propósito del nuevo ciudadano, es la que significa “tener apetito o afición vehemente a algo”.

Y es precisamente ése el sentido que confiere este elemento: a partir de la configuración de la misión, que como se explicó en el artículo anterior, supone la definición del propósito, tenemos que añadir la pasión como ingrediente actitudinal imprescindible, el cual sirve de ayuda y apoyo para la consecución diaria de las metas propuestas por el propósito.

Una de las claves a la hora de emprender un camino profesional, ya sea de forma propia, en grupo o para un tercero, es añadir la pasión por lo que haces al conjunto de tus capacidades, habilidades y conocimientos.

Pero en el caso que nos ocupa, la pasión alcanza un grado superlativo, entendido como “el motor que necesita la misión para poder llevar a cabo el propósito”. Gracias a la pasión:

  • Se superan los obstáculos que el ciudadano se encuentra en el camino.
  • Se aporta la vitalidad suficiente para alimentar la constancia en el objetivo marcado.
  • Se refuerza una visión positiva antes las diferentes indecisiones o dudas que pueden aparecer.
  • Se levanta el bajo estado anímico que, con mayor o menor frecuencia, aparece.
  • En definitiva, es la fuente inagotable de energía necesaria para perseguir el propósito definido.

Hay una definición de actitud que encaja perfectamente con la idea que se quiere transmitir de la pasión, y es la que contempla aquélla como “la predisposición aprendida a responder de un modo consistente a un objeto social”.

La pasión es el elemento actitudinal del propósito, y debe alimentar entre otros, los siguientes aspectos que configuran una actitud como se acaba de definir:

  • Predisposición a superarse, a crecer, a mejorar, a continuar por el camino que guía el propósito.
  • Esfuerzo constante, incluso llegando al sacrifico en ocasiones, para evitar la dejadez y la desidia.
  • Perseverancia en el objetivo marcado, con la mejora continua y la adaptación a las circunstancias.
  • Optimismo permanente, el contexto muchas veces varía, pero este factor siempre ayuda y alienta.
  • Convicción en el logro, en la recompensa, que no es otra que la definida por el propósito.

Es deseable que, por el camino, se encuentren a personas que compartan en una gran parte el propósito marcado, pues así el tránsito se hace mucho más llevadero, a la par que los elementos disuasorios, perniciosos y negativos que suelen aparecer, son más fácilmente superables.

Pero, en cualquier caso, la pasión es el ingrediente indispensable de nuestra actitud para encarar el propósito que se ha marcado el nuevo ciudadano.

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