1.- Visión actual sobre la Responsabilidad Social de las empresas antes de la Pandemia
“La RSE es, además del cumplimiento estricto de las obligaciones legales vigentes, la integración voluntaria por parte de la empresa, en su gobierno y gestión, en su estrategia, políticas y procedimientos, de las preocupaciones sociales, laborales, ambientales y de respeto a los derechos humanos que surgen de la relación y el diálogo transparentes con sus grupos de interés, responsabilizándose así de las consecuencias y de los impactos que derivan de sus acciones”. Fuente: “Estrategia Española de RSE, 2014-2020”, aprobada por el Ministerio de Empleo y Seguridad Social.
Esta es la definición generalmente aceptada en España, que recoge fielmente la verdadera dimensión del alcance de aplicar la Responsabilidad Social en las organizaciones en general, y en las empresas en particular. En el presente artículo, nos referiremos a la Responsabilidad Social de las Empresas (RSE), mayormente conocida como RSC, Responsabilidad Social Corporativa.
La RSE supone un auténtico cambio de paradigma en la gestión de la empresa, pues se deben incluir en las decisiones y en las actividades que lleva a cabo la empresa, los impactos sociales, laborales, ambientales y de respeto a los derechos humanos.
Pero, en la actualidad, ¿es esto así? La respuesta no es ni sencilla ni categórica, pero se puede convenir que “es el camino ya reconocido a seguir”, un cometido llevado a cabo con mejor o peor acierto. Dependerá su afianzamiento de una multiplicidad de factores, como el sector de actividad, la demanda (segmentada por generaciones), la exigencia normativa de país, el grado de desarrollo democrático del mismo, la desigualdad, etc.
Pero hay un aspecto crucial en este análisis y es la percepción que se tiene sobre el verdadero significado y alcance de la RSE. Y ésta es, según nuestra opinión, vaga, incompleta y sesgada.
Es vaga, porque no existe suficiente pedagogía al respecto, no sólo en la educación básica, sino en la educación superior y posterior. Esta última es, si cabe, aún más preocupante, porque consideramos imperativo incorporar este nuevo concepto en cualquier actividad profesional, para el futuro emprendedor, para el futuro directivo y, en definitiva, para el futuro trabajador. Y creemos que esto no está sucediendo de forma generalizada.
Es incompleta porque, o bien la RSE se vincula hacia el apartado ambiental, o bien se vincula hacia el apartado social, la llamada “acción social”, o bien se vincula hacia el apartado laboral. Y se hace de forma inconexa, es decir, de forma independiente, cuando esto no debería ser así, como la definición antes mencionada nos indica.
Es sesgada, porque la empresa lo considera un asunto “de personal” de puertas hacia adentro; o “de comunicación” de puertas hacia afuera. Y debería asignarse como un asunto directamente vinculado a la Dirección, en forma de “staff”, es decir, de asesoramiento permanente, aplicable a la estrategia y gestión, como ya hemos comprobado con anterioridad en la definición mencionada.
A pesar de la abundancia de escritos sobre la materia, en forma de informes, estudios, análisis, rankings, índices, etc., éstos no son conocidos por la inmensa mayoría de la población, aunque hay que mencionar una salvedad, y es la generación “millenial” (nacimientos entre los años 1981 y 1996), que tiene una percepción bastante próxima al verdadero desarrollo a llevar a cabo por una empresa en materia de RSE.
En España el esfuerzo para paliar este desconocimiento de la RSE, se ha realizado mediante un desarrollo normativo específico, del cual ahora se están viendo sus efectos. Pero la RSE no necesita ser aplicada a modo de “vencer”, sino de “convencer”. Si la RSE se aplica por imperativo legal, la empresa nunca realizará una creíble rendición de cuentas a la sociedad, en la medición de sus impactos por su actividad. Y ello, más tarde o más temprano, acaba saliendo a la luz.
Sólo la RSE se desarrollará de forma integral e integrada en la empresa, si “están convencidos” de sus bondades desde el CEO y todo el Consejo de Administración, hasta el equipo directivo y, finalmente, irradia cual manantial de agua cristalina al resto de los empleados y colaboradores.
Y aunque existen ejemplos, cada vez más numerosos, de buenas prácticas (incluso el nacimiento de un nuevo sector, el conocido como “el cuarto sector” que se define como las “empresas con propósito”), todavía se confunde la aplicación de la RSE en demasiadas ocasiones y, además, se considera un gasto y no una inversión, lo que ahonda más en la convicción de que a la RSE, todavía le queda un amplio camino por recorrer hasta su desarrollo pleno.
Un poderoso aliado para contrarrestar todo lo anterior, es la denominada ‘Agenda 2030’, definida por 17 ODS, ‘Objetivos de Desarrollo Sostenible’, que pone las bases para que el desarrollo económico sea sostenible. Y ello pasa indefectiblemente, por incorporar estos objetivos en el “cuore” de las organizaciones. Y la herramienta que lo facilita es, precisamente, la RSE. Es una oportunidad, de la que ya se están empezando a observar buenos resultados.
Y, por último, mencionar otro aliado que ya está jugando un papel creciente para favorecer la implementación de la RSE, y es la ISR, la Inversión Socialmente Responsable. Ya existen estudios que muestran que las empresas que aplican “la triple cuenta de resultados”, el triple desempeño económico, social y ambiental, tienen unos rendimientos mayores para sus accionistas, en comparación con la inversión tradicional.